Loading...

LOS DESEOS DE UNA NIÑA DIFERENTE

Era un día muy hermoso cuando Ana María decidió salir de su cueva, porque ella era una niña hermosa que contemplaba lo hermoso de la naturaleza. Pero déjame primero aclararte un punto muy importante: ella era una niña del tamaño de una pulga, sí, así como escuchaste, del tamaño de una pequeña pulga. Y vivía en un jardín muy hermoso, los jardines del rey de Inglaterra.

Esta pequeña siempre estaba contenta, y esa mañana que salió a disfrutar de una aventura, se entristeció. Por algún motivo pensó por qué ella era diferente y no era igual a los demás. Mientras paseaba sobre su amigo pájaro, podía ver a los niños jugar. Veía cómo esos niños se divertían con otros de una manera increíble. Pero antes no le había afectado, solo se emocionaba por ver a los demás reír, cantar y jugar. Pero ese día fue diferente; la tristeza abordaba su corazón y solo pudo llorar.

Con fuerzas clamaba a Dios por ser una niña normal. Con los días, no cesaba este dolor, sino que se agudizaba y hacía que solo clamara más por una solución. Sin darse cuenta, Dios ya tenía un plan preparado para ella. En medio de un sueño, se sentó a su lado y le dijo: “¿Por qué estás tan triste?” Ella, sin dudar, empezó a contarle su problema, sin percatarse de que era un sueño y mucho menos de que tenía un amigo con quien hablar. Siguió contando.

Dios, muy astuto, le dijo: “Veo que te gusta hablar mucho”. Pero ella le respondió: “Sí, es que mis amigos poco me entienden, ya que difícilmente una hormiga puede hablar igual que yo. Siempre que salimos de paseo, ella hace un recorrido increíble, me lleva a ver el bosque y me sube en su lomo con un sujetador que creamos. Me hace pasar por lugares soñados. Hasta en ciertas ocasiones subimos a árboles de tamaños imposibles de escalar para cualquier persona, y lo mejor es que ella siempre está dispuesta a llevarme a sus viajes. Conozco su familia y me respetan; siempre me protegen de aquellos que buscan hacerme daño”.

Sin parar, continuó contando, pero sin percatarse, inició una conversación larga e interesante. Ahora hablaba de su amiga la abeja; decía que era muy rápida y podía recorrer largas distancias en cuestiones de segundos. Que ella no sabía cómo podía mover tan rápido sus alas, pero que a veces lograba resbalarse de ella y caer. Dios le preguntó: “¿Cómo es que te caes y no te lastimas?”. Ella decía que, por ser tan pequeña, el viento siempre la sostenía y su caer era tan suave como la de una hoja al caer de un gran árbol, que nunca sentía dolor y que siempre le emocionaba la idea de caer.

Sin parar, continuó con sus grandes historias y salidas con diferentes insectos a los que muchos llaman bichos. Pero esos bichos eran su familia, ya que la acogían y le daban mucho amor. Ella comentó que se sentía como la reina de la selva porque todos esos bichos querían estar con ella. Dios, al escuchar todas estas grandes historias, le comentó por qué estaba tan triste si al final parecía tener una vida grandiosa. Le comentó que a veces la vida para los niños no era como ella lo veía. Les comentó que cuando se caían se lastimaban y ese dolor era algo doloroso para ellos. También les comentó que ninguno pudo tener la dicha de disfrutar el montarse en una abeja y mucho menos en una hormiga, que si vivían una vida hermosa, pero que no podían disfrutar de esas grandes aventuras sin negar en ningún momento que ciertamente los niños también disfrutaban de otras grandes experiencias.

Pero eso a ella la puso a pensar mucho sobre el tema y al percatarse se dio cuenta de que Dios era un amigo con el que podía contar, pero sin darse cuenta de que todo era un sueño, le dijo: “Claro, ahora entiendo mi dolor. Mi dolor no es querer ser como los demás, mi dolor es por no tener a alguien con quien poder hablar, contarle de mis aventuras y disfrutar de estos momentos mágicos que la vida me regalaba”. En ese momento se dio cuenta de que todo era un sueño, y dijo: “Dios, te pido que al despertar me ayudes a conseguir un amigo para poder contarle todas estas aventuras y también sea mi compañero para disfrutar de estos grandes momentos”. Y justo en ese momento, Dios le habló y le dijo: “A veces no sabemos lo que queremos, pero con un poquito de ayuda de mi parte, podemos descubrir lo que nos hará feliz”. Así que como cosa de magia, al despertar, Dios le concedió su gran deseo, haciendo que uno de estos niños muy pequeños, del tamaño de una pulga, pudiera llegar a su cueva por medio de su amiga la abeja.

Ambos se alegraron porque al fin encontraba a la persona ideal para tener una vida feliz. Espero que este relato te haya ayudado a pensar que a veces creemos que lo mejor es algo que a la larga no nos conviene, sino aquello que verdaderamente nos hace falta. Y Dios está solo para ayudarte en esos momentos en que nuestro corazón clama por ayuda.

Deja una respuesta

Cerrar El Menú
×
×

Carro